1/04/2014

Una toque de oscurantismo a golpe de varita

Después de la oscuridad que sembró por completo en la saga: “Harry Potter and the Order of the Phoenix”, quedaba la duda de si la sexta entrega continuaría por la misma senda tenebrosa acicalando el terreno de la adolescencia del joven mago y olvidándose ya de aquellos pinitos infantiles con la piedra filosofal. La inclusión física de Lord Voldemort en “Harry Potter and the Goblet of fire” dotó de un carácter tenebroso a las cintas venideras, amenaza que está presente en esta nueva entrega al igual que en su predecesora, de lo más fiel al libro (aunque con licencias), que estremece con ciertas secuencias y cuyo desenlace supone el punto de partida al cierre definitivo a la historia de J. K. Rowling.

Harry Potter ya no es un niño. Una de las razones del éxito de la adaptación cinematográfica de la saga ha sido ser capaz de reinventarse, no caer en el aburrimiento de escenas sin sentido, abundancia de elementos preadolescentes y ñoñerías, todo ello en detrimento de un carácter oscuro, casi tenebroso que en “Harry Potter and the Half Blood Prince” reina de principio a fin.

Harry inicia el sexto año en Hogwarts con dieciséis años (bien crecidos) y la amenaza del Señor Tenebroso y el enfrentamiento final entre ambos cada vez está más cercano. Antes de que el momento llegue, Dumbledore decide reclutar para el año escolar al profesor Horace Slughorn, un antiguo profesor de Hogwarts que impartió clase a Tom Marvolo Riddle y que guarda un profundo secreto acerca del Señor Tenebroso. Harry deberá aprender a ganarse su confianza para que el secreto le sea revelado mientras observa con recelo el comportamiento de Draco Malfoy, quien no ceja en sus intentonas para llevar a cabo un encargo personal de Lord Voldemort.

Durante el desarrollo de la trama, el espectador se imbuirá en las letras del libro de pociones mágicas tachado y corregido de un ex alumno que se hace llamar “el príncipe mestizo” y del que Harry se valdrá para encandilar a Slughorn en las clases de pociones y de paso aprender el hechizo cuerpo a cuerpo “Sectumsempra”.

Esta sexta entrega adolece de una cierta falta de ritmo al comienzo, aunque los planos se suceden con brío y dejan la sensación de una redacción muy bien acometida, a sabiendas de que acoplar un libro al cine no siempre es un proceso fácil y menos si el éxito mundial te precede como carta de presentación.



Cierto es que las historias amorosas adolescentes de Ron, los filtros de amor, las miradas celosas de Hermione Granger o alguna sobreactuación de Daniel Radcliffe, no restan intensidad al filme, que queda consumido por completo por el aura acertadamente sombría que David Yates otorga al mismo. Como en una especie de clase advenediza, el director se recrea en los planos oscuros que derivan al clímax final con la muerte de un personaje relevante en la trama. No diremos más, aunque los seguidores de los libros o bien de la saga cinematográfica no tendrán duda alguna.

Por su parte, las escenas de recuerdos en el pensadero, en las que se revelan al espectador importantes datos acerca de la juventud del hoy Señor Tenebroso, son sencillamente magistrales.



Cabe destacar que el espectador deberá aprender un nuevo concepto: “Horrocrux”, (dicho sea de paso que la escena de la cueva entre Dumbledore y Harry es de las mejores del filme) un término que antecede a las dos próximas películas en que se dividirá el último libro del joven mago y que obligará al público a hacer alguna que otra matemática en forma de suma.

Un producto más entretenido, un halo de oscurantismo que rejuvenece una saga que podría, de otra manera, acudir al tedio como respuesta abrumadora pero que en su lugar se abandona a la realidad. Una cinta menos fantasiosa que sus predecesoras y tal vez por ello, mucho mejor.