4/04/2014

Lejos quedan los devaneos zombies. Un drama más maduro sobre la psicología de subsistencia

Con la moda postapocalíptica parece que hemos perdido el norte de la calidad en detrimento del mero entretenimiento, ya sea en formato de humor rocambolesco, drama sanguinolento, terror escalofriante o tragedia con pinceladas vitales y al mismo tiempo, guiños a la comicidad. “The Walking Dead” fue, probablemente la pionera, cuando allá por 2010 arrancó con la emisión de su primer episodio. Marcando un hito en el seguimiento de espectadores hacia el género y la plataforma, con más de 10 millones en la cadena de pago por cable AMC, es normal que los estándares de exigencia sean mayores. Una serie capaz de servir de ejemplo a múltiples moldes de ficción que no cesan de imitar, unas veces superando y otras tantas quedándose  en el camino, a un producto que tiene en sus manos el mérito o demérito de mejorar o empeorar, de delegar la responsabilidad o consagrarse en el éxito. En esta última temporada, la mezcla de sorpresa, acción y psicología de supervivencia, junto con el necesario desarrollo evolutivo de la serie ligado al talento de la interpretación, convierten a “The Walking Dead” en uno de los dramas del año. Tras algún que otro vaivén parece que la fórmula es la adecuada.

Como es costumbre, la temporada se divide en dos bloques de ocho capítulos con un claro énfasis en producir dos cierres. Dos finales a la altura de los fans y de la novela gráfica. Algunas de las más acérrimas críticas habían llegado de manos de los seguidores del cómic original, achacando falta de seguimiento o fidelidad, atenciones que en esta cuarta temporada quedan difuminadas, en especial con la primera mitad de la ficción, momento imparable en que el torrente sanguíneo sucede paso a paso, tal y como Robert Kirkman y Tony Moore  recogen con gran maestría entre viñetas.

Como es normal, no haremos spoilers pero sí adelantaremos la vuelta de uno de los personajes más malévolos de la serie, el Gobernador, encarnado magistralmente en el actor David Morrissey. Tras el ejercicio de dominio y bipolaridad del que hizo gala en la anterior temporada, retorna con un espíritu en apariencia redentor, pero cuya sombra recupera terreno y acaba cerniéndose sobre cualquiera que lo rodee. Anotemos en este sentido con atención una escena protagonizada en lo alto de una caravana con la única compañía de un palo de golf. Inesperada e impactante. Como es de esperar, la maldad del personaje, tal vez demasiado arrastrada a lo largo de temporada y algo más, acabe resultando plomiza, aunque el cierre o no tan cierre que se le tiene preparado al fin de la primera mitad de la serie, con clímax excepcional incluído, pondrá de manifiesto una de las señas de identidad de “The Walking Dead” desde el comienzo: cualquiera puede morir, en cualquier circunstancia. Para bien o para mal, cualquier personaje puede verse fuera del rodaje de la temporada próxima. Un sello compartido con una caracterización y maquillaje a la altura de las mejores producciones cinematográficas y una OST que incluye temas soberbios como "Blackbird Song" de Lee DeWyze.

Sorpresa tras sorpresa. No interesan mayores ataduras que las de Rick Grimes, protagonista de la serie encarnado por un Andrew Lincoln, que ha alcanzado la madurez artística entre zombies, si bien en un comienzo parece hacerse el olvidadizo entre huertos para acabar inexorablemente recuperando el bien sobre el que recae en gran parte la moral de un mundo por la subsistencia: el revólver.


Tras un final que dejará con la boca abierta y difícil de superar, retomamos la segunda mitad de la serie con el sello de la dispersión. Cada uno por su lado y tonto el que no se las apañe. Habrá grupos interesantes, como el formado por Daryl (personaje ya emblemático de la serie y que cada vez es más difícil concebir la ficción sin él) y Beth (incapaz de perder una inocencia única entre todo el elenco) o Carol (en esta temporada con un cierto rostro de frialdad que resta protagonismo a sus expresiones), Tyresse (hasta ahora de lo poco prescindible de la serie. Esperamos que adquiera más peso) y las dos niñas, que protagonizarán un episodio de lo más sorpresivo hacia el final de la serie. Aparecerán nuevos personajes, como Abraham, quien siguiendo la estructura del cómic, está destinado a jugar un rol importante en las filas de Rick en un futuro próximo. No desvelaremos nada acerca de la introducción en la trama de los personajes, ni sobre la evolución de los mismos, algo que en una serie sobre la psicología de supervivencia en fundamental para entender el éxito de la ficción. Una serie de personajes en todo su esplendor. Sí destacaremos que en la segunda mitad de temporada, el lema del amor de Glenn y Maggie se llega a hacer inverosímil y arduo al entendimiento.

El final de la temporada depara momentos tensos e inquietantes. Un Rick enloquecido, capaz de alcanzar cualquier cota con tal de defender a su hijo Carl (bastante más actor esta temporada. Va con la edad); un lugar lleno de promesas al final de las vías del tren con un nombre poco alentador: “Terminus”; persecuciones, disparos y reencuentros. Momentos que acompañan al espectador sin aleteos hacia lo banal ni abrazos al conformismo, solo con el compromiso de dejar el guión en alto. Tarea difícil tras un final anterior a mitad de temporada que colmó la mayoría de las expectativas. Es el problema de hacer dos finales en una temporada.

Muchas voces tras el final han empezado a adelantar lo que puede deparar la serie en su quinta temporada: parece que el papel del diabólico Negan, todavía no llegará, el personaje de Gareth (que aparece en el último capítulo) tiene alusiones al de Chris, un hombre capaz de liderar a su grupo y de llegar a cometer las más asquerosas acciones para subsistir y alimentarse en un mundo sin recursos (no diremos más). No obstante, la grandeza de la cuarta temporada también recae en la espera y el cúmulo de elucubraciones que ha generado de cara a la temporada próxima nada más terminar la actual.

Si la primera temporada destacaba por su originalidad e impacto sublime, la segunda por su psicología en el entorno familiar de una granja con claro predominio de moral religiosa, la tercera por el confort de la seguridad de unos muros resquebrajados por engaños que sirven como protección a una muerte segura, y la maldad más humana que no muerta; la cuarta será recordada como el punto de inflexión. El instante en que el confort desaparece y hay que volver al mundo exterior a combatir por la vida misma. Un drama en el que merece la pena sumergirse.

• Desarrollo argumental: 85
• Guión: 90
• Interpretación: 89
• OST: 86
• Efectos especiales: 99