“Harry Potter and the Deathly
Hallows part 2” es la culminación perfecta a una saga capaz de marcar a toda una
generación. Con planos sensacionales y una tensión intacta e inquebrantable
hasta la confrontación final, se rearma el espíritu mágico que radica en todas
las entregas anteriores dejando una huella que será imborrable. Nada se sale de
lo normal en la narración y el aburrimiento sale despavorido gracias al ritmo
acelerado de los acontecimientos que su predecesora no supo imponer. Tal vez
todo lo dejaron para el final.
En la carrera por cumplir la
profecía que siempre ha predestinado a Harry y Lord Voldemort, uno debe
destruir todos los Horrocruxes antes del enfrentamiento inevitable, mientras
que el otro, se encuentra cada vez más cerca de apoderarse de Hogwarts y lograr
su propósito: matar a Harry Potter. De nuevo, el valor de la amistad de Ron y
Hermione resultará imprescindible para combatir a las fuerzas oscuras. Un
dragón, Gringotts desde dentro, Aberforth Dumbledore (hermano de Albus) y un
etcétera inmenso hacen que el filme resulte una propuesta de lo más entretenida
que hará las delicias de los amantes de la magia y la acción, sean seguidores
de la saga o no.
Al dividir el final en dos mitades
resultaba inevitable la doble frontera que se abría ante, la que es, la saga
más rentable de la historia del cine: ¿acierto o fracaso? La primera de las dos
partes conclusivas que ponían el broche a toda una década y con ella una
generación de sueños y libertades imaginativas a golpe de varita, se convirtió
pronto en un alarde atmosférico y fácilmente prescindible que no llevaba a
ninguna parte por sus pretensiones equivocadas. A partir de ese momento, era
fácil pensar que con poco mejorarían en la siguiente y ya sí, última entrega,
aunque permanecía latente el miedo a no dejar a la saga en el lugar que le
correspondía con un final por debajo de su altura.
No obstante esta última entrega
es fascinante. Un relato narrado de principio a fin sin recrearse, abordando
todos los detalles a un ritmo acelerado y acompasado, dándole al diálogo el
peso que merece y comprometiéndose con el espectador a ir de la mano hacia un
final inmejorable. Cargas de tristeza, pérdidas, pasión, aventura, todo ello
durante 130 minutos. Sin brechas.
En las críticas anteriores de la
saga hemos aludido al acierto de apostar por un mismo director para las últimas
entregas, en este caso, no solo apostar, sino confiar y no sustituir su función
por otro que cambiara el paso de unos acontecimientos que tornaron en la quinta
película de la saga para mejorarla y convertirla de una película para niños en
una para todos los públicos, acorde con los libros de J. K. Rowling. David
Yates firma escenas conmovedoras como las que involucran al personaje de Snape,
así como impactantes, con Voldemort como amenaza permanente, incluso espectaculares,
como la fuga de Gringotts a lomos de un dragón. Una cinta altamente
recomendable que mide los tiempos a la perfección y que se congratula de
emplear uno de los recursos más importantes en la elaboración fílmica: la banda
sonora. Perfecta en sus acordes desde la cabecera de inicio al enfrentamiento
final entre los dos magos. Notas que dotan de personalidad a la película y que
se convierten en sello de la misma.
Muchos dirán que la confrontación
mágica entre Potter y Voldemort no es muy prometedora, incluso se dirá que no
dura lo suficiente. Ante tal gratuita crítica solo un apunte: en la brevedad
también puede existir el éxito. Una brevedad que en el libro está presente, si no,
que observen si la escena ocupa más de media cara de una hoja. Totalmente a la
altura.
Desde sus notas musicales hasta
las escenas entre el callejón Diagón o en el andén 9 y ¾ de King´s Cross,
pasando por la Cámara de los Secretos, afrontando momentos dolorosos como la
muerte de Albus Dumbledore o peligrosos como la persecución y destrucción de
los Horrocruxes; Harry Potter deja tras sí un legado difícil de olvidar, a la
altura de las mejores sagas cinematográficas de la historia. Es el final lo que
la convierte en una huella imborrable y un recuerdo que la hará pervivir.
Si bien la varita siempre elige
al mago, en palabras de Ollivander, cuando se trate de magia en el cine, el
espectador lo ha de tener claro: siempre elegirá a Harry Potter.