1/29/2014

El realismo ácido como coartada

El primer proyecto de Gordon-Levitt tras la cámara y al mismo tiempo delante de ella, apuesta acertadamente por la mezcla de realismo y acidez en la interpretación de unos personajes bien enmarcados en un entorno de dibujo reiterado hasta el cansancio y que obliga a mirar el reloj alguna que otra vez anhelando que la cinta no se prolongue por mucho más tiempo. Lo que empieza siendo una propuesta convincente y humorística en la primera media hora, torna en aburrimiento y convencionalismos para terminar siendo la comedieta romántica de turno deshecha en un final previsible.

La mirada que propone Levitt sobre la adicción a la pornografía en el primer tercio del filme viene a humanizar la figura del hombre en la sociedad y jugar un rol próximo al de cercanía con el espectador por apelación a figuras que todo hombre comparte.

El retrato humorístico, ácido, joven, de la realidad que rodea el acto de la masturbación en el hombre queda recogido de forma magistral en un principio, para reiterarse en demasía con el paso del metraje. Al fin y al cabo, había que justificar que el personaje al que interpreta Levitt es un adicto al material pornográfico y al onanismo por ende, sin embargo, son excesivas las repeticiones de las mismas conductas así como de los esquemas empleados, hechos que incitan a pensar que el modo de proceder ha sido el de creer que el público observador no es capaz de coger el hilo en las primeras de cambio y se le tiene que explicar cincuenta veces lo mismo. Hasta cansar no, más bien hasta aburrir. 

En el desarrollo del filme, las conductas que Jon acomete se reproducen una vez tras otra. Noche discotequera, sexo con desconocida, masturbación para llenar el vacío sexual que la mujer no llena, mañana siguiente de Iglesia, confesión de pecados al cura, (con gags que si bien al comienzo entretienen y levantan alguna que otra sonrisa, a la media hora agotan) reunión familiar en comida (con un Tony Danza, interpretando al padre del protagonista, que es de lo mejor del filme, lo que dice poco del conjunto), sesión de gimnasio y de nuevo noche discotequera. Un ir y venir de momentos infinitos por un camino desgastado de tanto pisarlo.

Para agarrarse a la sensualidad del relato Levitt se rodea de Scarlett Johansson, quien sabe explotar su erotismo a la perfección, y una Julianne Moore un tanto pasada de rosca en un papel en el que no acaba de resultar creíble en ningún momento. 



Los personajes femeninos dotan de una personalidad fundamental a la película. Por un lado, Johansson en su papel más erótico, con poses sensuales, vestidos ceñidos y su inseparable chicle en la boca, hace de su interpretación un trabajo conseguido, si no fuera porque hacia el último tramo desaparece, por cuestiones de argumento que como siempre deberán descubrir, aunque si han visto comedias similares, ya averiguarán el por qué. Por otro lado se encuentra Julianne Moore, pareciendo que pasaba por allí, se apunta al reparto y juega el papel más convencional en el filme, todo queda justificado en el final, aportando la imagen edulcorada de que todo tiene un sentido. Difícil de creer tras 90 minutos viendo lo mismo.

En cualquier caso, la visión ácida y a la vez realista del hombre en la sociedad actual, buscando la deshumanización y el reflejo cómico del culto al cuerpo son bazas útiles que convierten “Don Jon” en una cinta pasable, aunque el aburrimiento no se lo quita nadie.

• Desarrollo Argumental: 42
• Guion: 50
• Interpretación: 73
• Ost: 52