El primer proyecto de
Gordon-Levitt tras la cámara y al mismo tiempo delante de ella, apuesta
acertadamente por la mezcla de realismo y acidez en la interpretación de unos
personajes bien enmarcados en un entorno de dibujo reiterado hasta el cansancio
y que obliga a mirar el reloj alguna que otra vez anhelando que la cinta no se
prolongue por mucho más tiempo. Lo que empieza siendo una propuesta convincente
y humorística en la primera media hora, torna en aburrimiento y convencionalismos
para terminar siendo la comedieta romántica de turno deshecha en un final
previsible.
La mirada que propone Levitt
sobre la adicción a la pornografía en el primer tercio del filme viene a
humanizar la figura del hombre en la sociedad y jugar un rol próximo al de
cercanía con el espectador por apelación a figuras que todo hombre comparte.
El retrato humorístico, ácido,
joven, de la realidad que rodea el acto de la masturbación en el hombre queda
recogido de forma magistral en un principio, para reiterarse en demasía con el
paso del metraje. Al fin y al cabo, había que justificar que el personaje al
que interpreta Levitt es un adicto al material pornográfico y al onanismo por
ende, sin embargo, son excesivas las repeticiones de las mismas conductas así
como de los esquemas empleados, hechos que incitan a pensar que el modo de
proceder ha sido el de creer que el público observador no es capaz de coger el
hilo en las primeras de cambio y se le tiene que explicar cincuenta veces lo
mismo. Hasta cansar no, más bien hasta aburrir.
En el desarrollo del filme, las
conductas que Jon acomete se reproducen una vez tras otra. Noche discotequera,
sexo con desconocida, masturbación para llenar el vacío sexual que la mujer no
llena, mañana siguiente de Iglesia, confesión de pecados al cura, (con gags que
si bien al comienzo entretienen y levantan alguna que otra sonrisa, a la media
hora agotan) reunión familiar en comida (con un Tony Danza, interpretando al
padre del protagonista, que es de lo mejor del filme, lo que dice poco del conjunto),
sesión de gimnasio y de nuevo noche discotequera. Un ir y venir de momentos
infinitos por un camino desgastado de tanto pisarlo.
Para agarrarse a la sensualidad
del relato Levitt se rodea de Scarlett Johansson, quien sabe explotar su
erotismo a la perfección, y una Julianne Moore un tanto pasada de rosca en un
papel en el que no acaba de resultar creíble en ningún momento.
Los personajes femeninos dotan de
una personalidad fundamental a la película. Por un lado, Johansson en su papel
más erótico, con poses sensuales, vestidos ceñidos y su inseparable chicle en
la boca, hace de su interpretación un trabajo conseguido, si no fuera porque
hacia el último tramo desaparece, por cuestiones de argumento que como siempre
deberán descubrir, aunque si han visto comedias similares, ya averiguarán el
por qué. Por otro lado se encuentra Julianne Moore, pareciendo que pasaba por
allí, se apunta al reparto y juega el papel más convencional en el filme, todo
queda justificado en el final, aportando la imagen edulcorada de que todo tiene
un sentido. Difícil de creer tras 90 minutos viendo lo mismo.
En cualquier caso, la visión
ácida y a la vez realista del hombre en la sociedad actual, buscando la
deshumanización y el reflejo cómico del culto al cuerpo son bazas útiles que
convierten “Don Jon” en una cinta pasable, aunque el aburrimiento no se lo
quita nadie.
• Desarrollo Argumental: 42
• Guion: 50
• Interpretación: 73
• Ost: 52