4/02/2014

Una versión futurista de "Hundir la flota", perfecta para los más insomnes

Ender´s Game” es un filme con pretensiones de reeditar grandes éxitos de la ciencia ficción sin apelar a la historia, simplemente llevando al espectador por el camino farragoso del desentendimiento y la mala praxis. Hace de los efectos especiales y de la grandilocuencia sonora sus mejores aliados para cubrir todas sus vergüenzas. Un argumento dado de vueltas que para ganarse la etiqueta de lo original recurre a una ya repetitiva, atmósfera futurista y a un elenco juvenil, sin olvidarnos de Harrison Ford, no precisamente un chaval, que hace todo un alarde de gestos aburridos y soporíferos. Absorto durante toda la cinta al igual que Ben Kingsley, bañado en tatuaje para impresionar a un público que por inteligente y experimentado ya se las sabe todas y por ello, llega pronto a la conclusión de que el dinero gastado en la entrada ha caído en saco roto.

La guerra entre seres humanos y una especia alienígena ha estallado y ha estado a punto de causar la extinción de la raza humana. En un último acto de valentía un comandante consigue derribar la nave nodriza que controla el resto de naves y acaba con el intento de invasión aunque la amenaza permanece latente. Setenta años después del inicio del conflicto, un niño es trasladado a una escuela militar de entrenamiento avanzado con objeto de hacer de él el arma definitiva para destruir la amenaza para siempre. La película es una adaptación de la novela de ciencia ficción publicada por Orson Scott Card.

Con un debate plomizo y acribillado de ideología, obliga a los públicos más insomnes a olvidar la medicación durante 114 minutos, excesivos y desgastados. El filme se divide en tres partes: iniciación, aprendizaje y ataque, como si de una escuela militar se tratase. Al comienzo, el joven elegido, interpretado por Asa Butterfield, demuestra una extraña capacidad de adaptar estrategias mentales para evitar daños futuros en el centro de internamiento en que se encuentra, dispuesto a dar el salto a la escuela avanzada. En la segunda parte, Harrison Ford, el capitán que selecciona y apuesta por el joven como arma, da una cátedra de cómo un actor, si no cree en lo que le rodea, hace una interpretación que cualquiera pudiera haber mejorado. No lo achacaremos a la edad sino más bien a una dependencia sumisa de un guión abocado al olvido. Es en esta parte donde se ubicarán el discurso y la jerga militares que hacen que el bueno de Stanley Kubrick y su “Full metal Jacket” se retuerzan de desdén de arriba abajo. Una pequeña píldora de amor juvenil entre dos protagonistas y comenzamos con la última parte, uno de los momentos más esperados del filme, el ataque, pero sobre todo, el final.



En esta ocasión, si la cinta no contaba ya de por sí con elementos que restaban el poco crédito que tuviese, cabe hacerle hueco a un giro de guión a última hora (aunque del todo previsible y que no revelaremos, pero con el inconveniente de  tener que permanecer despiertos para verlo. Todo un desafío) que pretende impacto y sorpresa, que juega con la falsedad (aunque bien pudiera pensar el público que es más o menos lo que le ha ocurrido a él desde que toma asiento frente a la pantalla). Lo que obtendrá será indiferencia y el anhelo más sincero a que el chicle no se estire más, pues hace tiempo que se partió por la mitad.

Por la travesía, más allá de los gestos anodinos y cansados con el personal del bueno de Ford y el rol de un Kingsley desaprovechado y que bien pudiera haberse quedado sin toma en la película (nada hubiera ocurrido) o las píldoras de ideología de entrenamiento y devastación del enemigo aun cuando este no suponga una real amenaza; Butterfield y Hailee Steinfeld resultan de lo mejor del filme aunque con el entorno dibujado, destaca en el mar de los deméritos, lo que no es un logro por su parte.

La música de Steve Jablonsky, recupera la esencia maquinera y magnánima de “Transformers”, a lo que si obviamos el componente del grado de acción en comparación al caso que nos ocupa, llegamos a la rápida conclusión de que las notas están desacompasadas y un tanto aceleradas. Un impedimento más para que el público se introduzca en la trama, para hacer más complicado algo que resultaría muy sencillo de contar y aún más cuando la base original recae en una novela.

Una versión futurista del “hundir la flota” sin el romanticismo y la sagacidad que sugieren aquellos pequeños barquitos de plástico o puntos de luz electrónicos. Entre ambos productos, la elección queda clara. En pocas películas hay tantas ganas de alcanzar esas pequeñas letras que avanzan en vertical en la gran pantalla llamadas créditos. 

• Desarrollo argumental: 40
• Guión: 35
• Interpretación: 50
• OST: 70
• Efectos especiales: 79