4/13/2014

Una aventura llena de adrenalina y espectáculo le devuelve el brillo a la Tierra Media

La Tierra Media vuelve a brillar con todo su esplendor. Cuando Peter Jackson decidió encargarse de la historia del pequeño Bilbo Bolsón en su viaje legendario junto a un grupo de enanos para recuperar el trono de Erebor, los más escépticos acudieron raudos y con gran facilidad al discurso dudoso y poco receptivo hacia un relato que tenía todos los visos de repetir esquemas y procedimientos de “Lord of the Rings”, más si cabe, después del éxito de la trilogía original. La primera entrega de “The Hobbit” aportó la particularidad de unos personajes novedosos en la trama, aunque no supiera construir una atmósfera diferenciadora con respecto a sus predecesoras. En esta ocasión, “The Desolation of Smaug” resulta una cinta salpicada de adrenalina, con grandes atractivos visuales, un guión que no chirría, y a pesar de ciertas interpretaciones un tanto rocambolescas, un elenco que cumple con creces con las expectativas. Hoy, es difícil ir al cine y ver lo que uno espera. Jackson, no engaña. Consigue que acabes viendo aquello por lo que has pagado, y más difícil, que salgas del cine convencido de que en el género fantástico, él es símbolo de garantía.

Tras la primera entrega sobre la aventura de Bilbo y el grupo de trece enanos liderados por Thorin Escudo de Roble a lo largo de toda la Tierra Media, ahora, las dificultades ya no se ciñen solamente a los orcos que tratan de impedir que los enanos recuperen el reino bajo la montaña. Un antiguo mal acaba de renacer, la raza élfica del bosque oscuro ya no es la de años atrás, y por si fuera poco, el dragón Smaug espera a ser despertado para volver a arrasar con su aliento a todos aquéllos que osen desafiarle. Son la suma de elementos que convierten la cinta en un desenfreno épico, con el sello visual de “Lord of the Rings”, pero con la frescura de un relato que sabe apartar tramas y personajes, para incorporar nuevas líneas de argumento y aportar así frescura al desarrollo fílmico. Sin olvidar un enfoque más cercano al Anillo de poder, con mucho más protagonismo a lo largo que avanza la trilogía.

De entrada, la cinta recupera el aroma más propio de la Tierra Media, que no vimos en la primera entrega. Sorprende con dos parámetros cinematográficos ligados a la historia y uno en el apartado técnico. En relación al argumento, destaca como Gandalf se separa del grupo para confirmar el renacer de la oscuridad en la figura del malvado Sauron. Este hecho dejará más protagonismo a los enanos, pero en especial, a los elfos que se incorporan en esta ocasión. Uno medio sale, para que entren otros de pleno.

En lo que respecta a la oscuridad, los orcos ya no aparecen como la amenaza principal, aunque estarán presentes durante todo el filme (endebles y torpes, como siempre. Tal vez en exceso). Los diferentes desafíos para el grupo protagonista sólo juegan un rol: allanar el camino para la aparición posterior del dragón Smaug. En este sentido, desde la primera entrega se vienen generando muchas expectativas entre los espectadores acerca de su apariencia y su personalidad. Pues bien, Jackson sorprende con un dragón espectacular, a la altura de lo prometido y sin alardeos de consumir lo mejor en poco tiempo. Resulta generosa su aparición, pues llega a ocupar casi plenamente, la última media hora de metraje. Eso sí, recomendamos la versión original, donde un sublime Benedict Cumberbatch pone la voz al sagaz monstruo.

Desde el apartado técnico, el recurso empleado por Jackson para trasladar al espectador a un mundo mucho más turbio y ennegrecido que el de la entrega anterior, es el empleo de planos piramidales y helicoidales, algo que puede llegar a molestar o sacar al espectador de la secuencia con cierta facilidad, sin embargo, la historia merece la pena, y el filme está lleno de ganchos a través de los cuales poder recuperar la senda del relato.

En la interpretación, destaca de nuevo el protagonismo de Martin Freeman como Bilbo, esta vez mucho más embravecido que en la película anterior. Un sinónimo del desarrollo y el buen nexo con la cinta predecesora. Gandalf repite con sus frases premonitorias y sus guiños de reojo a la cámara, algo que puede ayudar a cansar al espectador. Entre los enanos, destacamos al líder, Thorin, magníficamente bien interpretado por Richard Armitage



Por el camino, a modo de goteo irán apareciendo: Evangeline Lilly, encarnando a una elfa del bosque, que aporta un tono emocional al filme y que la consagra como una de las mejores interpretaciones que ha hecho hasta el momento (en un papel que seguramente no estuviera diseñado para destacar, lo que dice bien poco de su filmografía). Debería tener más protagonismo en la tercera entrega. 

No obstante, el que más saca el pie del tiesto es el personaje de Legolas. Vemos a un Orlando Bloom mucho más oscuro y mercenario que en la trilogía anterior. Sus movimientos resultan del todo fantásticos, hasta el punto de que raya lo increíble, tanto es así, que su facilidad de matar orcos confirma indudablemente que éstos no estaban allí, sino que su factura era plenamente digital. Su flexibilidad y movimientos asesinos a la velocidad de la luz son un flaco favor al filme. Un ejercicio gimnástico inverosímil.

Todavía queda una película para cerrar la trilogía sobre el viaje legendario de Bilbo. Al parecer, será el Anillo de poder el que cope la mayor parte del argumento, puesto que deberá hilar a la perfección con la trilogía de “Lord of the Rings”. La finura visual (mejorada con la tecnología 3-D), la banda sonora de matices épicos, los personajes que poco a poco se incorporan a la historia, la recuperación de guiños con la trama de la trilogía original (y posterior cronológicamente) de fondo y unas expectativas de sobra colmadas, hacen que “The Hobbit: Desolation of Smaug” sea una cinta de entretenimiento puro y duro. Sin escaramuzas ni velos. Una aventura incesante, llena de adrenalina y con la firma del espectáculo como compañero de camino. En el género, no se puede pedir más.

• Desarrollo argumental: 88
• Guión: 82
• Interpretación: 80
• OST: 90
• Efectos especiales: 100