3/23/2014

Unas llamas que flirtean con lo inédito para acabar en las ascuas de la redundancia

The Hunger Games: Catching Fire” es la segunda de las cuatro películas inspiradas en la saga literaria de Suzanne Collins conformada por tres libros. La primera cinta llegó hace relativamente poco a los cines, en 2012. Una propuesta y sorprendente que narraba las peripecias por la supervivencia en un mundo distópico completamente dividido entre las élites de poder y las clases más bajas de la sociedad. Con esta segunda entrega, los alicientes vuelven a ser los mismos. Ha transcurrido un año pero el proceder, tanto en las formas como en el contenido sigue siendo el mismo. Un calco idéntico. En esta nueva ocasión, la adaptación literaria resulta más fiel, cosa que obliga a preguntarse si tal vez no hubiera sido más fácil dejar de lado el exceso de emotividad como coartada a la reiteración, para impactar al espectador con algún riesgo desde la dirección. Empieza bien pero hacia la mitad de metraje deambula hasta caer del lado de la redundancia.

El final de la primera entrega había dejado a la protagonista, Katniss Everdeen, como la vencedora de los 74 Juegos del Hambre anuales, junto con su compañero Peeta, toda vez que estuvieron a punto de suicidarse para demostrar que ninguno quería ganar matando al otro, gesto que implica que una parte de la población comience una rebelión contra los miembros del Capitolio y el sistema de las élites de poder implantado, mientras que Katniss y Peeta, intentan ocultar sus verdaderos intereses en un supuesto romance que aplaque a la población y salve las vidas de sus respectivas familias, amenazadas de muerte si alientan a la revolución. Poco tiempo después de hacer campaña por los diferentes distritos tras su victoria, el Presidente Snow toma una decisión, con objeto de los 75 Juegos del Hambre, convocará a todos los antiguos vencedores para que compitan entre sí por la supervivencia y obligar asía a la gente a someterse al no tener anhelos a los que agarrarse para el desarrollo de su rebelión.



Desde el punto de vista exclusivo del guion, a cargo de Michael Arndt y Simon Beaufoy, aunque en su mayoría adaptado de la obra de Collins, podemos aseverar que el contenido es previsible y hasta llega a resultar plomizo. En un comienzo de la película, se prometen al espectador píldoras de entretenimiento en la figura de la supervivencia en los distritos o las rebeliones desencadenadas, es decir, todo aquello que en la primera entrega se omitía, pero que al venir rodeado de la novedad del producto no llamaba la atención que faltara. En este caso, la promesa pronto se diluye y los acontecimientos acaban derivando hacia la supervivencia sí, pero de nuevo en las mismas condiciones y procedimientos que en la primera ocasión.

Por su parte, las interpretaciones son muy dispares. Por un lado, tenemos a Jennifer Lawrence, una actriz en la que descansa la cinta por sí sola, dado que el joven Josh Hutcherson, no sólo acumula menos planos esta vez, sino que al parecer desde la dirección, Francis Lawrence, ha caído en la idea acertada de que la actriz es la responsable en muchos momentos de que la credibilidad vaya in crescendo. De nuevo, Donald Sutherland encarna al malévolo Presidente Snow. Un alarde interpretativo el suyo. Esta vez menos aprovechado, pero igual de magnético en sus apariciones. Aunque si hablamos de mal aprovechado, el caso de Philip Seymour Hoffman llama poderosamente la atención. Ni mucho menos es aquel actor que maravilló a la escena cinematográfica con su interpretación de Truman Capote, ni siquiera el papel en esta película se lo exige, para muy pesar suyo. El rol que le toca desempeñar es tan insulso que las valoraciones se quedan todas en blanco. Ver a un actor de esa dimensión en un papel así, es realmente desalentador y más lo es pensar que antes de fallecer, este haya sido su último producto, de un legado magnífico. 

El mismo desaprovechamiento podríamos inculcar al personaje de Woody Harrelson, que viene de demostrar al público su resurgir en “True Detective” y que aquí, se nos queda muy parco. Incluso podríamos incluir en esta lista, que ya empieza a ser demasiado longeva, a Jeffrey Wright que tiene un papel que más bien podría ser considerado un cameo.

Así pues, con promesas inéditas anteriormente que al final no se cumplen, con el desaprovechamiento de “bestias del medio” y con los mismos moldes comerciales de la primera entrega, (amenazas de animales incluidas y efectos visuales llameantes en el vestuario, al igual que su predecesora) la cinta avanza por un largo camino de 146 minutos que por momentos se hacen eternos. Sin embargo, la mirada de Jennifer Lawrence sostiene el metraje, lo hace suyo y le acopla un sentimiento interpretativo que levanta el ánimo, incluso a pesar del giro del guion en los últimos planos del filme. A veces es mejor preguntarse si una buena actriz o un buen actor lo es en la medida de hacer mejores las buenas películas o hacer pasables las no tan buenas. En esta ocasión, Lawrence hace más que pasable y entretenida esta entrega, que por lo demás, no brilla con el manto de la originalidad de su predecesora pero mantiene el espíritu del entretenimiento puro aderezado de emotividad. Cabe mencionar los buenos matices empleados en la elaboración de los efectos especiales cuando la supervivencia se entrelace en el argumento y veamos tirar de arco a la buena de Katniss, así como la monumental OST del filme. Canciones de grupos como Coldplay, Arcade Fire o Lorde, que no están incluídas en la película pero sí en su tracklist.

La primera película avivó el fuego y aunque parece que en esta segunda cinta las llamas se han apagado un poco, esperaremos al desenlace (en una doble entrega) que está por venir para determinar si finalmente el fuego se apaga por completo o en su lugar brilla más que nunca. 

• Desarrollo argumental: 83
• Guión: 64
• Interpretación: 81
• OST: 80
• Efectos especiales: 85