1/03/2014

Una saga que debe aprender a observarse a sí misma

Toda saga necesita de un aliento de respiro para saber hacia dónde quiere encaminarse  o aún más importante, cuando detenerse. “Pirates of the Caribbean: on stranger tides” es el mejor ejemplo de agotamiento de un relato hiperextendido en el que cualquier escaramuza o trama nos resulta familiar y en el que el juego de lo imprevisible supera con facilidad la barrera del tedio para acabar conduciendo al espectador a la más profunda de las somnolencias.

Johnny Depp vuelve a dar vida al estrambótico capitán Jack Sparrow, personaje que confirma haber dado todo cuanto podía de sí en las tres entregas anteriores y que vuelve de nuevo para entretener al personal en esta cuarta entrega. En esta ocasión el objeto de disputa entre los confines del mar será la fuente de la juventud, que involucrará desde a sirvientes a la corona real británica a valientes y certeros piratas y colonos españoles. Para aderezar el argumento y dotarle de vivacidad, se introduce a un nuevo personaje: Barbanegra, el pirata al que temen los piratas, con una interpretación sobria, que no brillante, de Ian McShane.

Al parecer, una profecía ha pronosticado el fin de los días de Barbanegra y la única solución es encontrar la fuente de la juventud, un giro argumental que bien podría ser considerado un fallo garrafal, puesto que la fuente, como su nombre parece indicar, otorga juventud pero no concede la vida eterna a quien consigue beber de ella, con lo que la profecía seguiría manteniéndose en pie a pesar de conseguir tal propósito. Unas dudas que requieren el esfuerzo para dejarlas de lado y poder comenzar a creerse la narración. Difícil tarea.



Otra de las incorporaciones a la saga de Disney es la actriz Penélope Cruz, que da vida a la pirata Angélica, hija de Barbanegra y que tendrá un papel crucial en el devenir del filme. Su carácter pasional y dubitativo dota a la cinta de frescura, si bien cabe destacar que tampoco su personaje resulta creíble en los 130 minutos de duración, por cierto, del todo desmesurados.

Tal vez el mayor fallo de la película se encuentra en los clichés de serie B por los que deambula. Es innecesario que Sparrow explique a los espectadores los antecedentes de otras entregas episódicas de la saga en una especie de discurso educativo y puesta al día, en una escena que se produce a los cinco minutos de comenzar el filme en un coche a caballos que dirige supuestamente a prisión a este y a su compañero de fatigas, el señor Gibbs

Igual de innecesario resulta caer en la redundancia de las escenas y en el proceder. Los primeros quince minutos de la cinta se componen del esquema persecución, encuentro, enfrentamiento. Persecución por los soldados del rey, encuentro con Angélica y enfrentamiento entre ambos, subiéndose por los altos y espada en mano incluidos. Un esquema que recuerda y mucho al momento en que Will Turner y Sparrow se conocieron y enfrentaron en duelo en la herrería allá por la primera de las películas. Vean y comparen. Por el camino, aventuras como el encuentro de un barco desaparecido y no hallado durante siglos hasta que la brújula de Jack hace su magia.

Con todo, es de agradecer que después de tres episodios la historia conclusa de ciertos personajes quede sin recordar. Este es el caso de la historia de amor paralela a las tramas y que venía estando protagonizada por Keira Knightley y Orlando Bloom. En esta cuarta entrega el amor lo representarán una sirena (a la que de forma improvisada y con gran ausencia de imaginación llamarán Sirenia) y un hombre de fe que viaja en la tripulación de Barbanegra.

Entre lo más destacado para bien quizás el aspecto sombrío a la figura de las sirenas, personajes que siempre han estado acompañados de misticismo y atracción en el celuloide y que el filme decide dar un giro a todas estas teorías para sorprender con una presentación oscura y malévolo. Otro punto a su favor es la excelente interpretación brindada por Geoffrey Rush como el capitán Barbosa, a pesar de un estilismo fuera de lugar (durante todo el filme) e irrisorio que no hace justicia con el personaje.



Con la certeza de que habrá dos entregas más de los piratas del caribe, solo cabe esperar y por supuesto desear, que aquel producto de entretenimiento que nació con el  fin de divertir y atraer en 2003 con una temática completamente distinta en comparación a lo visto hasta la fecha, no caiga en el olvido. Para ello será necesario entender que toda película requiere de un buen guion de fondo, algo que parece haberse pasado completamente por alto en esta cuarta entrega. 

La esperanza de algo mejor en el futuro sigue intacta y más cuando las expectativas de superación caen tan bajas con entregas anteriores.