Toda saga necesita de un aliento
de respiro para saber hacia dónde quiere encaminarse o aún más importante, cuando detenerse.
“Pirates of the Caribbean: on stranger tides” es el mejor ejemplo de
agotamiento de un relato hiperextendido en el que cualquier escaramuza o trama
nos resulta familiar y en el que el juego de lo imprevisible supera con
facilidad la barrera del tedio para acabar conduciendo al espectador a la más
profunda de las somnolencias.
Johnny Depp vuelve a dar vida al
estrambótico capitán Jack Sparrow, personaje que confirma haber dado todo
cuanto podía de sí en las tres entregas anteriores y que vuelve de nuevo para
entretener al personal en esta cuarta entrega. En esta ocasión el objeto de
disputa entre los confines del mar será la fuente de la juventud, que
involucrará desde a sirvientes a la corona real británica a valientes y
certeros piratas y colonos españoles. Para aderezar el argumento y dotarle de
vivacidad, se introduce a un nuevo personaje: Barbanegra, el pirata al que
temen los piratas, con una interpretación sobria, que no brillante, de Ian
McShane.
Al parecer, una profecía ha
pronosticado el fin de los días de Barbanegra y la única solución es encontrar
la fuente de la juventud, un giro argumental que bien podría ser considerado un
fallo garrafal, puesto que la fuente, como su nombre parece indicar, otorga juventud
pero no concede la vida eterna a quien consigue beber de ella, con lo que la
profecía seguiría manteniéndose en pie a pesar de conseguir tal propósito. Unas
dudas que requieren el esfuerzo para dejarlas de lado y poder comenzar a
creerse la narración. Difícil tarea.
Otra de las incorporaciones a la
saga de Disney es la actriz Penélope Cruz, que da vida a la pirata Angélica,
hija de Barbanegra y que tendrá un papel crucial en el devenir del filme. Su
carácter pasional y dubitativo dota a la cinta de frescura, si bien cabe
destacar que tampoco su personaje resulta creíble en los 130 minutos de
duración, por cierto, del todo desmesurados.
Tal vez el mayor fallo de la
película se encuentra en los clichés de serie B por los que deambula. Es
innecesario que Sparrow explique a los espectadores los antecedentes de otras
entregas episódicas de la saga en una especie de discurso educativo y puesta al
día, en una escena que se produce a los cinco minutos de comenzar el filme en
un coche a caballos que dirige supuestamente a prisión a este y a su compañero
de fatigas, el señor Gibbs.
Igual de innecesario resulta caer en la redundancia
de las escenas y en el proceder. Los primeros quince minutos de la cinta se
componen del esquema persecución, encuentro, enfrentamiento. Persecución por
los soldados del rey, encuentro con Angélica y enfrentamiento entre ambos,
subiéndose por los altos y espada en mano incluidos. Un esquema que recuerda y
mucho al momento en que Will Turner y Sparrow se conocieron y enfrentaron en
duelo en la herrería allá por la primera de las películas. Vean y comparen. Por
el camino, aventuras como el encuentro de un barco desaparecido y no hallado durante
siglos hasta que la brújula de Jack hace su magia.
Con todo, es de agradecer que después
de tres episodios la historia conclusa de ciertos personajes quede sin
recordar. Este es el caso de la historia de amor paralela a las tramas y que
venía estando protagonizada por Keira Knightley y Orlando Bloom. En esta cuarta
entrega el amor lo representarán una sirena (a la que de forma improvisada y
con gran ausencia de imaginación llamarán Sirenia) y un hombre de fe que viaja
en la tripulación de Barbanegra.
Entre lo más destacado para bien
quizás el aspecto sombrío a la figura de las sirenas, personajes que siempre
han estado acompañados de misticismo y atracción en el celuloide y que el filme
decide dar un giro a todas estas teorías para sorprender con una presentación
oscura y malévolo. Otro punto a su favor es la excelente interpretación
brindada por Geoffrey Rush como el capitán Barbosa, a pesar de un estilismo fuera
de lugar (durante todo el filme) e irrisorio que no hace justicia con el
personaje.
Con la certeza de que habrá dos
entregas más de los piratas del caribe, solo cabe esperar y por supuesto desear,
que aquel producto de entretenimiento que nació con el fin de divertir y atraer en 2003 con una
temática completamente distinta en comparación a lo visto hasta la fecha, no
caiga en el olvido. Para ello será necesario entender que toda película
requiere de un buen guion de fondo, algo que parece haberse pasado
completamente por alto en esta cuarta entrega.
La esperanza de algo mejor en el
futuro sigue intacta y más cuando las expectativas de superación caen tan bajas
con entregas anteriores.