Productos originales como "Gravity" hacen que el cine no sea la antesala de una historia simplona y masificadora de
emociones que el ser humano ha podido experimentar, con agrado o desazón, en
infinitas ocasiones delante de pantallas de enormes proporciones. No decimos aquí
que Gravity haya sido el responsable de una cierta revisión, de un
acompañamiento a la tuerca para darle ese enfoque diferenciador, esa vuelta que
parece tan sencilla pero cuyo riesgo repele a muchos directores. El cine de
Tarantino es aclamado y lo es por su naturaleza distintiva, sus arraigos en la
esencia humana y por qué obviarlo, lo macabro de sus escenas salpicadas de
sangre en cada plano. Todo este cine de revisión que hoy está muy en boga,
requiere de ejemplos que inciten a su realización, para que el conformismo no
se adueñe de unas taquillas que fluctúan entre los superhéroes y los relatos
sentimentaloides que acumulan las grandes riquezas millonarias para las
productoras actuales. “Locke” es una narración en apariencia simple, vacua,
incluso que peca de repetitiva en la sucesión de estructuras del guion, sin
embargo, hay algo en ella, un soplo que inspira al espectador a ver en ella
algo de esa originalidad que hoy empieza a demandarse como agua fresca.
Ivan Locke es el eje de esta
historia a la que da nombre el filme. Un hombre común y corriente con
preocupaciones mundanas y un trabajo normal: capataz de construcción. Un día,
al acabar su jornada recibe una llamada que altera su cotidianeidad. Esa
llamada le obligará a conducir hacia un nuevo destino sin olvidar que su vida
está a punto de sufrir un giro completo que hará que sus más allegados
contemplen en él, el tipo de ser que siempre odió, debido a una figura paterna
un tanto problemática.
Steven Knight construye un
retrato de la vida moderna con matices sosegados apoyado en el trabajo
artístico y devorador de Tom Hardy. Sencillamente sorprendente, su trabajo es
imperial, en un espacio claustrofóbico (todo está pensado) como lo es el
interior de un coche, durante unos agradecidos 85 minutos el espectador atiende
a una clase magistral de condensación de emociones, de construcción de una
personalidad coherente y a la vez enfrentada con los errores que la propia vida
obliga a cometer en ciertas ocasiones. Hardy, se emplea a fondo y aunque, en la
estructura esquemática, el tono del teléfono llegue a sonar demasiadas veces o
la audiencia no llegue a conocer todos los datos de lo que presencia hasta el
minuto 20, el trabajo interpretativo tumba la realidad de la cinta a su favor.
Knight consigue que la historia
que se relata en “Locke” sea la historia de un cualquiera, una edificación
minimalista donde el peso del hormigón y de las responsabilidades es mucho
mayor de lo que nadie pudiera haber imaginado antes. Es cierto que no es una de
las películas más destacables en lo que va de año cinematográfico, incluso es
probable que su apuesta arriesgada por un solo actor, un coche, un teléfono y
una historia de lo más común, implique ciertos rechazos hacia el filme, pero
que estamos ante una apuesta por la originalidad, eso seguro. Una película con
cuatro mini-películas intrínsecas (la obra, el embarazo, la confesión y el
tormentoso pasado de su figura paterna), a cada cual más normal, pero a cada
cual más brillante.
Un trabajo calculado, esforzado,
milimétrico y detonante de una esencia propia que la hace ser de lo más
recomendable. Al fin y al cabo es de lo poco diferente que uno puede encontrar
en una taquilla superpoblada y poco ambiciosa consigo misma.
• Desarrollo argumental: 89
• Guión: 83
• Interpretación: 100
• OST: 90