6/09/2014

Espectáculo y entretenimiento concentrados, claves de la reformulación de 300

Zack Snyder lo ha vuelto a hacer. En 2006 sorprendía a propios y extraños con “300”, un artificio técnico mezclado con un metraje plagado de efectos especiales, que si bien daba una patada ciertamente más cruel que su relato a la historia, recordaba el verdadero propósito del cine: entretener. Sin más. Ahora, con “300: Rise of an Empire”, ha retornado a la esencia de la originalidad, obviando subtramas irrelevantes, centrándose en el puro “blockbuster” y alineando en el tiempo las dos cintas de forma sublime. Aunque con inicio farragoso en su planteamiento, la misma falta de fidelidad a ciertos detalles históricos y lo desagradable de teñir la pantalla de sangre en cada pirueta (si bien los responsables se mantienen impolutos); estamos ante un producto que supone una evolución de su primera entrega, no engaña, ofrece lo que promete y lo hace en la nada desdeñable y poco acostumbrada duración de 100 minutos. Se agradece.

En esta nueva entrega, de nuevo inspirada en la novela gráfica de Frank Miller, el protagonismo recae sobre la figura de Temístocles, un general al mando de las tropas atenienses en el mar. Junto con sus hombres deberá defender el territorio heleno del avance del ejército persa, liderado por Xerxes y la calculadora Artemisa. Los acontecimientos que se relatan son contemporáneos a los acaecidos en la película anterior, “300”, por lo que podría abordarse su temática como un Spin off o breve revisión de aquélla. Si el filme de 2006 se centraba en la importancia del ejército espartano en la batalla ocurrida en el desfiladero de las Termópilas, en esta ocasión, todos los hechos conducen a otro suceso de renombre histórico: la batalla de Salamina.

Cuando Zack Snyder se hizo cargo de la adaptación de Frank Miller de las Guerras Médicas con su novela “Xerxes”, se comprometió desde ese instante a rodear los filmes de una atmósfera entre tintes desagradables y sorprendentes. Fidelidad absoluta al cómic. El director de la próxima Batman Vs Superman, ya inició una carrera en el camino de la peculiaridad en el género, gracias a “Sin City”. Ahora, aunque la dirección es asumida por Noam Murro, el guion y por tanto, el espíritu del desarrollo de la cinta responde al empuje e iniciativa de Snyder.

Desde el plano estético y puramente funcional, la fidelidad al cómic queda recogida en cada toma, en cada plano. Tal vez esa fidelidad se echa de menos en la propia línea argumental, donde la historia nuevamente se retuerce. Más adelante lo comentaremos. Gran parte de las secuencias demuestran un claro y vívido ejemplo de vitalidad, de juventud en la filmación. La fotografía de los enclaves, la luz, la caracterización, resulta de nuevo perfecta. Lo único que chirría de fondo son los chorros de sangre por dos razones; por un lado la saturación de rojo en pantalla (con menos hubiera valido, aunque es verdad que no habría sido lo mismo) y por el otro la capacidad de los protagonistas de no mancharse en batalla con una sangre que riega todos los entornos menos los cuerpos estilizados y tallados en piedra de los combatientes. Sorprendente apuesta por la falta de credibilidad en un filme que de planteamiento inicial, hacía pensar que cuidaría los detalles.

Desde la perspectiva interpretativa destaca por encima de todas las cosas una Eva Green sencillamente espectacular. Siempre se ha dicho que los malos, ya sea por su psicología o su propia forma de ser, permiten mayor lucimiento a los actores. No obstante, no todos los actores son capaces de  desarrollar su faceta malvada en plenitud, creerse el personaje, llevarlo dentro y mostrarlo con tanta fuerza con fogonazos permanentes hacia el espectador. Para dar la réplica encontramos a Sullivan Stapleton, quien hace de un nuevo y repetitivo rol similar al de Leónidas, igual de encurtido físicamente, con muy pocas luces y con un sentido político y de responsabilidad mayor que el del antiguo Rey de Esparta. Prueba de ello es su deseo continuo de unir a las Polis griegas contra el invasor persa. Desde el apartado interpretativo no destaca nada ni nadie más, pues Rodrigo Santoro, vuelve a encarnar a Xerxes, un Rey-Dios que aunque se explica su creación en lo que es, no se justifica el baño en quilates y las trazas estéticas que le confieren un aire muy próximo a la reina del carnaval. Para hacérselo mirar.



Aunque el guion escalonea y flirtea con la dualidad de los protagonistas y cada vez hace más del metraje un duelo entre ambos y no un relato de la historia, debemos responsabilizar al mismo de los fallos históricos. Invitamos a revisar detalles de la mano del historiador antiguo, Heródoto, tales como: la muerte del Rey Darío I (que no cae a manos de una flecha de Temístocles sino más bien como víctima de una enfermedad que incluso le impidió viajar a Grecia) o la presentación de Artemisa como una esclava y con el tiempo, asesina profesional (reina de Halicarnaso, lejos de ser esclava, no muere de forma épica tras un metraje cinematográfico, sino que consigue huir y fallece por amor en relación a una profecía dictada por un oráculo). Incluso, cabe pensar que los devaneos de Temístocles con Artemisa, se deben a su etapa posterior al servicio de Artajerjes cuando marche a Asia menor. Tal vez en una hipotética próxima entrega. Ya se verá.

La banda sonora y los efectos especiales dotan a la cinta del mejor confesor del entretenimiento: el espectáculo. A veces poco creíbles de tan magnánimos que son, los efectos hacen alarde de una altura visual que sólo está al alcance de dos factores: Snyder y la historieta gráfica de Frank Miller.

Porque para quien hizo suyo aquel dicho de "segundas partes nunca fueron buenas", deben acercarse y prestar su atención durante 100 minutos a este filme. Recomendable.

• Desarrollo argumental: 83
• Guión: 69
• Interpretación: 80
• OST: 86
• Efectos especiales: 98