6/29/2014

Un alegato al arte que se queda en una reunión de colegas

La cinematografía bélica ha experimentado un tratamiento siempre desmedido. Desde productos realmente apreciables con claros y evidentes guiños al escapismo más aventurero o ilusorio, pasando por el terror y la hipérbole de la hecatombe, relato sin herrumbres y recogiendo el testimonio de unos sucesos sombríos y trascendentales, episodios de una historia que por masacrada, siempre ha merecido un respeto. En lo desmedido, como en todo, también caben ejemplos que se adaptan a la narrativa y se aceptan y otros, que partiendo de un suceso real, se desmarcan y acaban ofreciendo un resultado decadente. “The Monuments Men” es la humanización del siempre encumbrado George Clooney tras la cámara y delante de ella. Consigue que con un elenco espléndido y fugaces interpretaciones brillantes de actores con carrera a los que le sale la toma bien por defecto, la película pase de ser un alegato en defensa por el arte en tiempo de guerra a una amistosa película de colegueo que junta retales al más puro estilo “Expendables”, pero en este caso con un ápice de seriedad. Aunque ni eso queda claro.

Basada en una historia real, la cinta nos traslada a los estertores de la II Guerra Mundial, donde, imaginando que el peligro en centro Europa ya ha pasado, los altos cargos del bando aliado encomiendan a un grupo de historiadores y expertos en arte la recuperación de las obras robadas por el Reich alemán para el Museo que Hitler está construyendo en el centro de Münich. Durante la carrera por la recuperación de la cultura arrebatada, el grupo deberá hacer frente a los acechantes peligros que aún salpican la guerra y acometerán el objetivo de su misión con la premisa de la rapidez, pues Hitler ha dado la orden de quemar todo en cuanto él caiga. Una carrera a contrarreloj (también contra los soviéticos) que pondrá en peligro sus vidas, todo para evitar que miles de años de la cultura de nuestra especie queden borrados para siempre.

Desde el comienzo, la historia marca una línea en rojo que permite que el espectador no se pierda y quede avisado de que lo que se encuentra ante sus ojos, no es la cinta clásica o convencional de cine bélico, no veremos aviones bombardeando territorios, ni balas estremecerse de un lado para el otro desgarrando uniformes. Lo que aquí observaremos serán las peripecias de un grupo de señores entrados en edad, que deciden retomar sus labores de hace un tiempo, uniéndose en una misión que no por llegar algo tarde, les evitará el peligro entre edificios derruidos y ciudades abandonadas.

Clooney, quien viniese de la producción de la exitosa “Argo” o de interpretaciones brillantes, como su papel en “The Descendants”, decide sumarse a esto de la dirección después de proyectos como “Buenas noches y Buena suerte” o “Los Idus de Marzo”. Francamente, viendo el resultado de aquéllas películas surgen dos sentimientos encontrados: las exigencias ante todo nuevo proyecto han de ser máximas para un director que ha demostrado buenas maneras, pero en contraposición, tras ver “The Monuments Men”, la conclusión queda clara; no es que lo anterior fuera todo casualidad, es que en la carrera de todo director siempre hay algún producto prescindible. Puede que al bueno de Clooney le haya llegado demasiado pronto este tipo de producto en su nueva faceta filmográfica, pero ya saben lo que dicen, de los errores también se aprende.

Una historia basada en un relato real, unos valientes que decidieron arriesgar sus vidas por salvaguardar la cultura del mundo, en aquéllos momentos en que el mundo, era de todo menos mundo. Clooney se dedica a flirtear con el plano corto en la primera media hora, degustándose en pantalla. Es de esos directores que si pudieran filmarse a la vez que protagonizan ellos mismos la escena, llegarían a un punto de éxtasis, que resulta territorio extraño para el resto de los mortales. Los guiños de complicidad a la cámara pronto acaban cansando al espectador, pero el remate final llega cuando Clooney decide tomar un camino en la película que rompe todo esquema de probable éxito: la comicidad por bandera.

Para filmar esta obra se ha rodeado de actores de talla grande: Matt Damon, ya asiduo en sus películas, con un papel poco destacable; John Goodman, con sus devaneos cómicos de años atrás, resulta de lo mejor de la película junto con un Bill Murray, que como nos tiene acostumbrados desde “Lost in Translation”, vuelve a protagonizar un plano medio sentado durante un ratito del filme, (malo es cuando la película hace huecos a costumbres enraizadas en otras cintas); Jean Dujardin, aquél que se llevó un Oscar sin hablar y que aquí sin apenas hablar aparece, desaparece y nos quedamos como estábamos; Bob Balaban, quien ejerce de tipo machacón que desea caer bien al personal con su rol ácido y cómico a la vez, y la siempre estupenda y grácil Cate Blanchett, a quien da igual lo que le echen, lo hace siempre mejor.



Todos ellos comparten una característica en común; el rol de secundarios. Al disponer de tanta magnitud desde la perspectiva actoral, Clooney ha intentado dar el mismo metraje a todos por igual y esto ha derivado en la ausencia de un protagonista, digamos que todos son protagonistas ausentes guiados por un director que hacia mitad del camino corrige el rumbo, pega un volantazo al guion y se redime en la comicidad, a pesar de que todos los ingredientes de que dispone incitaban a pensar que cualquier buen director que se prestase, sería capaz de hacer un filme convincente.

Hay escenas destacables, como las protagonizadas por las bajas de algunos de los miembros del grupo, pero nuevamente se acabará imponiendo el deseo de hacer un producto “original” sin la necesidad de haberse visto abocado a ello. La banda sonora no introduce al espectador en la película con facilidad, no acompaña los momentos narrativos de la manera más adecuada y se deja llevar por la misma falta de integración que un guion de casi 120 minutos, del todo exagerados, que no aportan sorpresa y que dejan con la sensación de querer coger un libro para descubrir de verdad, quienes fueron los valientes “Monuments Men”.

Todo un alegato al arte y a la cultura de nuestra especie, y todo un relato sobre la valentía de un reducido grupo de hombres, que se queda vacuo e inerte ante el peso de la risa sobre la realidad. Una pieza que no pasará a la historia ni ocupará un espacio en ningún museo cinematográfico, pero que merece la pena ver, sólo por el gran elenco que lo compone, aunque el dedo que los guíe no haya apuntado hacia las direcciones adecuadas. 

• Desarrollo argumental: 77
• Guión: 64
• Interpretación: 68
• OST: 70