Spike Jonze ha sido capaz de
filmar su obra maestra. Al menos hasta que la supere. “Her” es una reflexión
múltiple sobre la condición humana, las relaciones del mañana y la imparable
evolución tecnológica y su sed de alcanzar con mayores bocanadas un mayor
realismo, día tras día. Una cinta reveladora directa a la conmoción que no
alardea de su propuesta innovadora para recaer en la normalidad de lo cotidiano
y sorprender con la posibilidad de imaginar una relación entre un ser humano y
una Inteligencia Artificial, en un futuro donde los humanos adquieren un
comportamiento cuasi pautado y suscrito a la soledad, mientras que la máquina
flirtea con las emociones humanas. Un humano más cibernético que persona y una
máquina más humana que cibernética.
De todos es sabida la
revolucionaria era tecnológica que el ser humano vive en la actualidad. El
acumulo de dispositivos pensados para hacer la vida más fácil y las ansias de
las empresas tecnológicas de seguir avanzando para conseguir un realismo mayor,
una interactuación que conste de, en algunos casos, emociones humanas
periódicas e interminables, son una constante actual. Del mismo modo, las
relaciones humanas de hace décadas no tienen nada que ver con las de ahora. De
algún modo previsible, los dispositivos se han apoderado de uno de los
elementos más importantes de la vida: el tiempo. La cantidad de tiempo que pasa
un individuo sumergido en la vorágine tecnológica que acarrea cualquier
mecanismo de esta naturaleza ha significado una gran mella a la hora de interactuar
con el resto de seres humanos.
Spike Jonze propone un futuro
indeterminado (no muy lejano del actual y a la vez, no muy alejado de hacia
dónde se va) en el que los individuos, si bien en su día se preocupaban por
relacionarse con los demás, hace tiempo que lo olvidaron y no les interesa. La
norma es la soledad tecnológica en que cada persona se abstrae para lucro,
información o entretenimiento propio, sea con el propósito que sea. Al mismo
tiempo la tecnología prosigue con su avance imparable, y así surge un nuevo
sistema operativo; el SO1, que el protagonista de la cinta adquiere con objeto
de poder relacionarse con alguien. Hallar una respuesta a su capacidad de
interrelación.
Las connotaciones del guion (también escrito por Jonze y de
forma muy fluida y para nada farragosa) construyen un personaje que ha salido
de una relación fracasada tras haber depositado todas las esperanzas en ella,
lo que le aboca a un incremento de su soledad y le hace más frágil al encuentro
de nuevas interactuaciones. Real como la vida misma. De nuevo el juego entre lo
novedoso de la propuesta y lo cotidiano de la realidad actual.
Desde el marco interpretativo,
Joaquin Phoenix demuestra que más allá de un simple rol en un cinta, es
necesario dotar de una identidad al personaje. La credibilidad va en ello. Las
miradas, los gestos, incluso su lenguaje dubitativo, le convierten en el mejor
actor posible para este personaje de nombre Theodore, un escritor de cartas
para terceras personas, que aprovecha sus experiencias vitales y sentimientos a
flor de piel para dejarse llevar en sus escritos. En el rol de la Inteligencia Artificial del
SO1, llamada Samantha, encontramos la voz de la actriz Scarlett Johansson. Sin
duda, puede resultar un comentario demasiado crítico pero, Johansson ha firmado
probablemente la mejor interpretación de su carrera sin salir en pantalla en
ninguna ocasión. La capacidad de dotar al lenguaje de una emotividad y una completa
dulzura propias hace que en muchas ocasiones tengamos, junto con el protagonista,
la misma sensación de sorpresa ante el enamoramiento que está por producirse
entre ambos.
Otra actuación destacada es la de Amy Adams, en un personaje con
ausencia completa de maquillaje (lo que destaca si atendemos a su personaje en
“American Hustle”, remozado en capas de pintura) hace una defensa
interpretativa digna de un papel que gana en presencia en la cinta a medida que
se desarrolla. Lo contrario que Olivia Wilde. Lo suyo no llega ni a cameo.
En la actualidad en que se
desarrollan los acontecimientos destaca la capacidad de mantener la forma de
expresarse y relacionarse tal y como hoy lo hacemos. Un nuevo guiño al traslado
de las relaciones actuales al mañana que se dibuja en la cinta.
Es inconfundible que el final
(que no revelaremos) es hasta cierto punto previsible, pues en ese afán del
filme de trasladar al público de hoy a un mañana del todo tangible y próximo,
no tan apartado de la actualidad, también se han de recoger las expectativas de
la tecnología de seguir avanzando, creciendo, innovando y dejando atrás lo que
en su día fue novedad. El carácter finito de lo que nace, en principio, para
ser infinito. No diremos más. Al final se entenderá.
“Her” es una historia de amor
contada hacia el mañana pero con el entendimiento y las vivencias del
ahora. Un relato, que si bien requiere
de adaptación para dejarse llevar por la inestimable imaginación de Jonze, está
plagado de un carácter conmovedor, que tan pronto saca la más sincera sonrisa
como recoge al espectador en la lágrima más amarga. Al fin y al cabo esto es
amor. Real como la vida misma.
• Desarrollo argumental: 85
• Guión: 99
• Interpretación: 99
• OST: 90