Una travesía de emociones cargada
de sentimentalismo. Una amalgama de proposiciones y promesas que no se ejecutan
en forma de logros pero que suplen sus carencias con la cadencia interpretativa
de un reparto ejemplar y los golpes de una banda sonora que extrae al espectador
de la reiterada estructura de un guion por momentos plúmbeo. “The Book Thief”
es una cinta pretenciosa que busca con intermitencias la lágrima fácil, se
rodea para ello de la antítesis que provoca el escenario de la II Guerra Mundial
y una familia acogedora y cercana de clase baja como ingredientes para
conformar un relato que no destaca por su originalidad pero sí por su calidad.
La atmósfera efectista que recrea Brian Percival en esta obra resulta del todo convincente cuando el espectador comprende la gravedad de lo que se relata. La II Guerra Mundial ha sido objeto de innumerables ejemplos cinematográficos, tal vez con el único compromiso en muchos de ellos de recordar el camino por el que el ser humano nunca debió avanzar, en otras tantas ocasiones, la narración juega un papel fundamentalista, documental o incluso hasta de acción, demostrativa de los enfrentamientos bélicos durante aquél conflicto mundial.
Un pequeño surtido pero agradable
de filmes abarcan la “guerra detrás de la
guerra” o lo que es lo mismo, la lucha por la supervivencia de un pueblo
atemorizado por el devenir del conflicto armado. Una sociedad que padecía
intranquila las detenciones forzadas, la llamada a filas o los innumerables
registros a sótanos y viviendas, indicios de inseguridad en los que la vida
pendía de un hilo. En el caso que nos ocupa, “The Book Thief” es una historia
agradable en su narración que, (aunque con algún que otro giro argumental
incomprensible de un guion, a cargo de Michael Petroni, por el que se pierde la
esperanza hacia la mitad de metraje) sorprende por no recrearse en la lágrima
que pretende provocar y trasladar así al espectador a un camino de inocencia y
virtud para conocer a la joven Liesel.
Sophie Nélisse interpreta a la
perfección a la niña que da vida a la protagonista del filme. Comienza su
historia cuando presencia la muerte de su hermano pequeño y poco después la
separen de su madre, acusada de comunista por el nazismo. Aunque ella no
entiende el por qué, pronto entenderá que hay cosas que escapan a la sinrazón
de la inocencia divina propia de la infancia y admitirá que su madre no
volverá. En el camino, una familia decide acogerla en su casa en la Alemania de
la II Guerra Mundial. En ella conocerá a sus nuevos padres, fantásticamente
interpretados por el siempre detallista y creíble Geoffrey Rush y la brillante
y vivaz Emily Watson. Con ellos comprenderá el valor de la familia y el cariño que
su madre no pudo brindarle. Será el momento en que le asalte el amor por la
lectura que le inculcará su nuevo padre, aunque el nombre que da título al
filme será mejor que lo comprendan viendo el devenir de las escenas. Incluso la
amistad llamará a su puerta por medio del joven al que interpreta Nico Liersch,
un muchacho tenaz que al pronto de conocer a Liesel se enamora de ella.
La
comprensión del escenario injusto del nazismo se traslada a la mente de la niña
a través de la historia de Max (del que no contaremos nada a fin de no desvelar
spoilers), quien en una noche es
albergado por la familia y que juega un papel esencial para el crecimiento y la
madurez de la protagonista, que dejará de hacerse preguntas sin respuesta para empezar
a dar forma y figura a sus propias ideas.
La historia que se cuenta al
espectador es la de toda una vida pero en especial la de una etapa dentro de
esa vida, la infancia y la lucha que esta decide emprender contra el
despropósito de las injusticias que afronta su joven conocimiento de la
realidad. Cabe destacar que la voz cantante de la película recae en un recurso
en off que no desvelaremos a quién
corresponde, sí adelantaremos que aunque
acertado en un comienzo, se torna en cargante y aporta el principal signo de
pretenciosidad a la cinta. Por su parte, John Williams vuelve a componer unas
notas maestras que acompañan la narración sin sobresaltos. Un trabajo esforzado
y minucioso el suyo, eso se acaba notando. Son los matices necesarios para
llevar al público de la mano en secuencias trabajadas y durante un tiempo,
imborrables, como la del búnker con un acordeón como protagonista.
Un trabajo con respeto, que
aunque con lagunas, consigue el propósito final y único de contar una historia
de vida, la de Liesel, una mente inocente en un mundo difícil de comprender y
todos aquéllos que la acompañaron en su infancia. Un producto de siempre con
aportes diferentes que no se recrea en lo que busca y que por momentos el guion
ayuda a que no se traduzca en la calidad que aparentemente lleva consigo.
• Desarrollo Argumental: 80
• Guion: 63
• Interpretación: 89
• Ost: 98