Una arriesgada apuesta sobre la
infinidad del espacio. Una bocanada de aire fresco en la narrativa cinematográfica.
Un producto de puro entretenimiento que trata con mucho acierto y un refuerzo
visual difícilmente mejorable, un tema nunca antes abordado en el cine desde una
perspectiva tan angustiosa y, a la vez, alucinante. “Gravity” es por todo ello
y muchas más razones, uno de los mejores productos de la ciencia ficción actual.
Con todo el recorrido que el
celuloide lleva a sus espaldas, sin embargo, son contadas las ocasiones en que
una película consigue revelar dentro del espectador los más profundos
sentimientos. Trasladar al público a otra situación, en otro lugar, padeciendo,
sintiendo, actuando como lo hacen los protagonistas que se desenvuelven entre
escenas imperfectas de un largometraje, es siempre lo más difícil. Una odisea
que muy pocos filmes consiguen. Alfonso Cuarón ha conseguido hacer de “Gravity”
una cinta de una carga emotiva brutal capaz de ubicar al espectador en la más honda
de las ingravideces sobre la angustia ante el vacío físico del espacio y al
mismo tiempo, conseguir emocionar con un guiño a la vida.
El argumento es muy simple. Dos
astronautas se encuentran reparando su estación espacial cuando son alcanzados
por un gran cúmulo de lluvia espacial que queda fuera de ruta y orbitando alrededor de la Tierra. La lluvia se precipita implacable sobre ellos y los alcanza
dejándolos a la deriva en medio de la inmensidad del espacio. A partir de este
momento, los dos astronautas deberán seguir un plan improvisado para salvar sus
vidas conscientes de que cualquier decisión, por nimia que sea, puede acarrear
que se pierdan en la infinidad del Universo.
En el papel del astronauta Matt
Kowalsky, en su última misión antes de retirarse, George Clooney, acapara unas
escenas de protagonismo que no serán determinantes en ningún instante, un papel
pseudo-secundario que respalda al de su compañera de reparto y que perfectamente
lo pudiera haber interpretado cualquier otro actor. No gran cosa. Sandra
Bullock encarna a la protagonista de la película, la astronauta Ryan Stone, una
ingeniera espacial que se encuentra ante su primera misión y con una historia
personal dura que se revelará a lo largo del filme, imprescindible para conocer
el calado psicológico de las decisiones que tomará para salvar su vida. Lo
cierto es que Bullock, resulta creíble en su papel, más no se puede pedir, pues
habrá momentos en que toda la escena protagonista recaiga sobre ella, momentos
salvados con acierto.
Cabe destacar que el argumento se
rinde a la espectacularidad del entorno figurado, lo que incita a pensar que
tal vez la historia sea lo peor de la cinta. No obstante, la carga de
espectáculo visual de un producto tan fresco y diferente en la narración es tan
alta, que el argumento no importa en demasía. Por primera vez diremos aquello
de “el guión no importa” (razón por la que los más críticos la azuzarán), para dejarnos cautivar en exceso por la travesía de
los astronautas en su intento de regresar a casa. Todas las expectativas
quedarán colmadas.
Sin recrearse en la duración del
largometraje, con unos 90 minutos muy bien filmados y para nada saturados, con
una banda sonora firmada por Steven Price absolutamente sobrecogedora y sin la
que no se entiende el filme y con un apartado de complementos sobresalientes,
tales como el juego del silencio en las escenas de choque o de acción (pues
recordemos que en el espacio no hay sonido) o las respiraciones ante el miedo o
el desastre, “Gravity” es ya un producto único que obliga al espectador a vivir
las escenas desde dentro del casco y con una aceleración de las pulsaciones
completamente inusitada.
La capacidad de trasladar al
espectador el parpadeo de belleza y de terror que lleva consigo el espacio, los
riesgos de cualquier decisión en un entorno donde la vida es totalmente
imposible, hacen que Cuarón haya conseguido filmar un producto inigualable y
del todo recomendable. Una maravilla.
• Desarrollo Argumental: 85
• Guion: 76
• Interpretación: 90
• Ost: 80
• Efectos especiales: 100