12/16/2013

La promesa de lo convencional

Con una propuesta inicial interesante, un artificio espacial muy conseguido y un reparto que convence encabezado por Matt Damon y Jodie Foster se presenta “Elysium”, un filme que por intentar dejar a todos los espectadores contentos se sumerge en una espiral de convencionalidad que sirve para poner en cuestión toda la cortina de originalidad conseguida en la primera media hora de metraje.

El director de la cinta, el sudafricano Neill Blomkamp, un conocedor del género tras “District 9”, convierte al elenco y al guion en una premisa volátil que se esfuma en cuanto el espectador cae en la cuenta de que entre ambas películas las diferencias son mínimas y que por tanto ambas tramas serán casi idénticas. Sorpresas cero.

El argumento brilla por sí solo. Es el año 2159 y la riqueza y la pobreza marcan diferencias abismales entre la población, hasta el punto de que los más adinerados se encuentran en una estación espacial con toda clase de lujos y comodidades conocida bajo el nombre de “Elysium”, mientras que el resto se ve obligado a seguir con sus vulgares y mediocres vidas lastradas por sus respectivos trabajos en el planeta Tierra. El año en el que nos encontramos sirve de escaparate para dibujar una nueva forma de inmigración y de pateras, esta vez a través de  naves espaciales y no de barcas en alta mar, matiz político y social que hila con el relato de “District 9”. 



La encargada de la seguridad del complejo espacial es Rhodes, personaje interpretado por una desaprovechada Jodie Foster (quien siempre aporta a sus personajes un halo de frialdad complejo y nunca fácil de conseguir y que contraproducentemente su paso por el filme puede acercarse más a un papel testimonial que protagonista).

Los habitantes del planeta intentan por todas las vías posibles llegar a Elysium, pues entre las ventajas que allí se encuentran, existe una, su avanzada tecnología, lo que por ejemplo permite a cualquier individuo reparar o curar su cuerpo de todo tipo de enfermedad gracias a cápsulas de autorecuperación orgánica.

Por su parte, Max DaCosta, en la vida real Matt Damon, sufrirá un percance que alterará su vida por completo y la pondrá en riesgo, con lo que se verá obligado a aceptar una misión casi suicida para llegar a Elysium y salvarse, no sin antes haberse pertrechado de una pseudo-armadura que le convertirá en un semiandroide, dado que en el mundo de 2159 las fuerzas del orden están conformadas por robots armados hasta los dientes y muy difíciles de batir.




En la primera media hora del filme se observa la capacidad del director de compaginar diferentes ritmos visuales en la narración de los acontecimientos. A modo de flashbacks se muestra la vida en un orfanato de monjas del pequeño Max, historia que se entrelaza con su día a día en la cadena de montaje de androides en la que trabaja siendo adulto y en la que sufre un accidente con carga radiactiva que le obliga a determinar su futuro próximo en menos de cinco días, más tarde estará muerto.

En una línea paralela de la película se cuenta la historia de la enfermera Fray, quien resulta ser el amor de su juventud en el orfanato y cuya hija padece una enfermedad incurable, lo que empuja a Max a llegar a Elysium.

Por el camino la acción está asegurada, los efectos sonoros y especiales garantizados, incluso el descubrimiento de una trama de intento de golpe por el mando en Elysium (lo que acelera los acontecimientos), pero minuto a minuto se va perdiendo aquella magnífica propuesta inicial de un futuro lejano que divide a un mundo derruido, de un espacio bañado en riqueza. Las letras del guion dejan paso a la fortaleza que causa la imagen de la sangre y de los disparos.

Un buen producto de entretenimiento que deja con la sensación de haber perdido una gran oportunidad de llegar más lejos. 

• Desarrollo Argumental: 57
• Guion: 54
• Interpretación: 74
• Ost: 80
• Efectos especiales: 94