El director de la cinta, el
sudafricano Neill Blomkamp, un conocedor del género tras “District 9”,
convierte al elenco y al guion en una premisa volátil que se esfuma en cuanto
el espectador cae en la cuenta de que entre ambas películas las diferencias son
mínimas y que por tanto ambas tramas serán casi idénticas. Sorpresas cero.
El argumento brilla por sí solo.
Es el año 2159 y la riqueza y la pobreza marcan diferencias abismales entre la
población, hasta el punto de que los más adinerados se encuentran en una
estación espacial con toda clase de lujos y comodidades conocida bajo el nombre
de “Elysium”, mientras que el resto se ve obligado a seguir con sus vulgares y
mediocres vidas lastradas por sus respectivos trabajos en el planeta Tierra. El
año en el que nos encontramos sirve de escaparate para dibujar una nueva forma
de inmigración y de pateras, esta vez a través de naves espaciales y no de barcas en alta mar,
matiz político y social que hila con el relato de “District 9”.
La encargada de la seguridad del
complejo espacial es Rhodes, personaje interpretado por una desaprovechada
Jodie Foster (quien siempre aporta a sus personajes un halo de frialdad
complejo y nunca fácil de conseguir y que contraproducentemente su paso por el
filme puede acercarse más a un papel testimonial que protagonista).
Los habitantes del planeta
intentan por todas las vías posibles llegar a Elysium, pues entre las ventajas
que allí se encuentran, existe una, su avanzada tecnología, lo que por ejemplo
permite a cualquier individuo reparar o curar su cuerpo de todo tipo de
enfermedad gracias a cápsulas de autorecuperación orgánica.
Por su parte, Max DaCosta, en la
vida real Matt Damon, sufrirá un percance que alterará su vida por completo y
la pondrá en riesgo, con lo que se verá obligado a aceptar una misión casi
suicida para llegar a Elysium y salvarse, no sin antes haberse pertrechado de
una pseudo-armadura que le convertirá en un semiandroide, dado que en el mundo
de 2159 las fuerzas del orden están conformadas por robots armados hasta los
dientes y muy difíciles de batir.
En la primera media hora del
filme se observa la capacidad del director de compaginar diferentes ritmos
visuales en la narración de los acontecimientos. A modo de flashbacks se
muestra la vida en un orfanato de monjas del pequeño Max, historia que se
entrelaza con su día a día en la cadena de montaje de androides en la que
trabaja siendo adulto y en la que sufre un accidente con carga radiactiva que
le obliga a determinar su futuro próximo en menos de cinco días, más tarde
estará muerto.
En una línea paralela de la
película se cuenta la historia de la enfermera Fray, quien resulta ser el amor
de su juventud en el orfanato y cuya hija padece una enfermedad incurable, lo
que empuja a Max a llegar a Elysium.
Por el camino la acción está
asegurada, los efectos sonoros y especiales garantizados, incluso el
descubrimiento de una trama de intento de golpe por el mando en Elysium (lo que
acelera los acontecimientos), pero minuto a minuto se va perdiendo aquella
magnífica propuesta inicial de un futuro lejano que divide a un mundo derruido,
de un espacio bañado en riqueza. Las letras del guion dejan paso a la fortaleza
que causa la imagen de la sangre y de los disparos.
Un buen producto de
entretenimiento que deja con la sensación de haber perdido una gran oportunidad
de llegar más lejos.
• Desarrollo Argumental: 57
• Guion: 54
• Interpretación: 74
• Ost: 80
• Efectos especiales: 94